Los Personajes


LOS PERSONAJES DE "LAS DECISIONES FINALES" 
LA PARTE DEL MANUSCRITO:

JOSÉ LUIS ROLDÁN: la figura de su padre: 
Nació en Toledo (España), en el año 1926. El padre de José Luis era militar. En la contienda, luchó en el bando de los rojos, circunstancia que hizo que su familia tuviera que cruzar el charco en 1938, cuando tenía doce años. Un hermano de su padre, vivía en Uruguay, por lo que se fueron a ese país.
José Luis se había criado en un régimen muy severo; Siempre rodeado de militares, había nacido para ser militar. Le gustaba la disciplina. Con dieciocho años y por voluntad propia, ingresa en el ejército, para hacer carrera.
Después de diez años viviendo en Uruguay, consiguió la doble nacionalidad. No quería volver a España, aunque el régimen del dictador Franco, era de su agrado, tenía su vida hecha allí.
Desde los veinte años estaba destinado en Maldonado, era sargento cuando conoce a Robertina, y se casaron en 1949.
Él quería un hijo varón para que siguiera sus pasos de militar, pero su primogénita Claudia nació en 1951. Buscaron al segundo hijo, que no llegó hasta 1956, era varón y lo llamaron Alberto.
Desde su nacimiento se le veía a José luís mucho más feliz, había tenido un macho, quería mucho a su hija, pero se volcó siempre con él.
A Beto, (como empezó a llamarlo su hermana), nunca le faltaba nada, su padre, lo mimaba mucho.
De carácter fuerte e intolerante, se le caía la baba con el niño. Hasta cuando Beto tuvo cinco años, se dio cuenta de que no era el varón que él quería.
Lo veía siempre jugar con muñecas, no tenía interés por los juegos de chicos y estaba muy apegado a su madre.
Empezó a inculcarle disciplina para que cambiara. Dejó de mimarlo, se volvió cabezón e intransigente, no le dejaba pasar una. Le exigió que aprendiera a obedecer, como si estuviera en el ejército.
Su carácter cambió radicalmente, pensaba que nunca haría carrera con él, si le daba rienda suelta.
No podía admitir que fuera diferente de los demás niños de su entorno.
Nunca lo aceptó e interpuso esa negativa a sus sentimientos de padre.

En 1972, la relación se cortó bruscamente con su hijo, a raíz del incidente, que causó la muerte de su ayudante de cámara y amigo de Beto.

ROBERTINA DA SILVA: la figura de su madre:
Nació en 1929 en Brasil, en la ciudad de Río de Janeiro. De procedencia humilde. Creció sin padre.

Cuidaba de su hermana Marcelina tres años menor. Su madre Marcela y abuela de Beto, trabajaba para sacar a sus hijas adelante, limpiando escaleras, desde que se quedó viuda.
También tenía un hermano, Raúl siete años mayor, que ya no vivía con ellas.
Conoció a José Luis, en unas vacaciones en Maldonado. Desde ese momento, se cartearon y tras un año de noviazgo, él le pidió casamiento.
Sabían que eran de caracteres muy similares.
Mujer de fuerte carácter. Se había enamorado de él, y estaba dispuesta a casarse.
Y así salir de la "miseria" que había en su casa. Era ambiciosa y emprendedora.
Tras el nacimiento de su primera hija, a los dos años se quedó embarazada de nuevo, pero se malogró, por causas imprecisas; Se rumoreaba que había mal trato por parte de su marido, ella nunca lo afirmó, la verdad es que discutían mucho.
Cuando su hija mayor tenía cinco años, nació Alberto, fue criado entre algodones, Robertina se sentía culpable, de hacer de él en lo que se había convertido.
No llegaba a entender porque se sentía así, pero lo aceptaba, no le ayudó en mucho. Cuando se dio cuenta de su afeminamiento, pensó que era cosa de críos y que con los años se le pasaría, todavía no tenia definida su sexualidad. Ella lo seguía mimando como el primer día, y lo defendía delante de su marido José Luis.
Después del grave incidente que causó la muerte a Jorge, en realidad no supo ayudar a su hijo, se limitó a acatar las órdenes de su marido y su impasibilidad fue notable.
Quiso arreglar la situación, tras su separación, llevándose a Beto al Brasil y emplearlo en su negocio y así trabajara para ella.


CLAUDIA ROLDÁN DA SILVA: la figura de su hermana:
Nació en 1951. La llegada de su hermano, dio alegría a su vida; era un muñeco que se movía. Le gustaba ayudar a su madre, cuando le tocaba bañarlo, y a veces su madre la dejaba cogerlo.

Esa alegría le duró poco cuando el niño tenía dieciocho meses, se dio cuenta que él era el preferido, a partir de ese momento, tuvo celos de Beto, -como lo llamaba-.
Cuando tuvo seis o siete años, jugaba con las niñas en el patio del pabellón militar de Maldonado y ella se lo decía a su madre pero Robertina en principio no le daba importancia, pero que cada vez se hacía más y más frecuente, y al ver la reacción de su madre iba con el cuento a su padre, éste si se lo tomaba en serio, lo observaba y veía como prefería jugar a las muñecas con su hermana, en vez de los juguetes que tenía en su cuarto, y que eran muchos.
Claudia ya no quería jugar con él a las casitas ni a las muñecas, y le pegaba para que se fuera.
Esa mala relación no duró mucho, cuando él cumplió los once años. Ya en la capital de Montevideo, se lo llevaba de paseo y llegaron a ser confidentes.
Ella fue la que vivió el cambio más directamente, y le ayudó en todo lo que pudo.
Cuando el incidente de Jorge, fue la única que le ayudo en la medida de sus posibilidades, estuvo varias semanas en su futura casa, hasta que encontró otro sitio donde comenzar una nueva vida.

DOÑA MARCELA: la figura de su abuela: 
Ella vivía en casa de sus padres, al menos desde que recordaba. Cuando se peleaba con Claudia, salía corriendo y Doña Marcela lo arropaba; por esos y otros detalles, sus padres siempre estaban protestando.
Su padre decía que la abuela influía mal en el niño, la tachaba de bruja, y tenía razón. En realidad .cuando Robertina era casi una niña, había abierto una consulta en su casa de Río de janeiro, que atendía solo por las tardes, -cuando volvía de limpiar escaleras- para ayudar a los demás. Decían que tenía poderes curativos con las manos, y solo aceptaba la voluntad, nunca cobra por tarifa. A cambio de su ayuda, lo que recibía le ayudaba a sustentar a sus hijas.
Vivió con ellos hasta la edad de los nueve o diez años de Beto.

Ya de mayor, pudo comprobar el poder de curación de mi abuela.


JORGE LAPETRA: la figura de su primer amigo:
Cuando contaba con trece años y vivíamos en Montevideo, un nuevo ayudante de cámara y chofer de mi padre se incorporó al puesto.

Casualidad de la vida, Jorge, era hijo de un viejo amigo de mi padre, que había fallecido tres años atrás. Por esa razón, mi padre le otorgó mucha confianza, y muchos beneficios a la vez.
Entraba en casa con la llave que le había dado mi padre y allí esperaba, en vez de esperar en el coche o en el cuartel.
Esta situación hizo que nos conociéramos y por mi parte llegar a apreciarlo tanto, que posteriormente se tradujo en amor. Sin error a equivocarme creo que fue reciproco.
Fue la primera persona que me trató tal y como yo me sentía, con quien mantuve mi primera relación sexual.
Paradoja de la vida, ninguno de los dos, éramos homosexuales, siempre habíamos mantenido atracción platónica hasta que el azar nos unió, (yo lo veía como el hombre de mis sueños y él me miraba como la chica joven a la que conquistar).
Aunque a esa edad, he de reconocer que mi físico no fuese el de una chica, sino de un chico con mentalidad de mujer.
Fue el único que supo apreciar mi interior antes que mi exterior y esto mismo hizo que de un día para otro, no nos volveríamos a ver más. Recibimos un castigo que no nos correspondía, a mí me echaron de mi casa como si fuera un apestado.
Y de Jorge poco más puedo decir, solo que tuvo un destino incierto al que nunca pude acceder, mi padre disparó contra él, la noche en que nos encontró juntos, circunstancias por lo cual mi vida dio un giro de ciento ochenta grados.


LUIS ENRIQUE: la figura de un buen amigo:
Gracias a él, no tuve que pasar ninguna noche a la intemperie, ni pase hambre. Sin ninguna pretensión, me ayudó desde el principio.

Su homosexualidad, no forzó la situación en ningún momento. Siempre me respeto y supo mi situación desde que nos conocimos.
Con él descubrí como sentirme mujer por fuera y por dentro. Fue mi maestro, en el arte de maquillarme y vestirme.
Era una persona muy culta, ejercía la abogacía en un bufete y por su carrera de leyes.
Aprendí el camino a seguir para hacer mi sueño realidad. Me enseñó a quererme a mí misma, a no sentirme culpable por lo que estaba pasando.
Me guió y no me dejo de la mano, pero quería que yo aprendiera por mi cuenta, y cuando aprendí todo, no le pagué con la misma moneda, pero a pesar de eso, siguió ayudándome y confiando en mí.
Nunca se terminó nuestra relación, siempre estuvimos en contacto hasta sus últimos días.

MARCELO: la figura de mi primo:
Gracias a él, conocí la ciudad de Río de Janeiro y nos hicimos muy amigos.
Pero cuando se enteró que yo me sentía mujer, me repudió y no quiso hablarme más, lo taché de homófobo.

EPIGMENIO NAVIA GÓMEZ: la figura de su gran amor:
Cuando lo conocí, él tenía veinte años. De cuerpo atlético, llevaba el ritmo en la sangre; era indígena guaraní de la región del Paraty, un mulato guapo y lo sabía.
Me enamoré perdidamente, juntos lo pasábamos muy bien. Mecánico de profesión, adoraba los coches.
Sus manos eran muy grandes, y su miembro viril, ha sido el más grande que he visto en mi vida, recuerdo lo mal que lo pase la primera vez que hicimos el amor.
Por su condición de homosexual, se negaba a verme vestida de mujer, decía que yo le gustaba como hombre, pero no de mujer; que le excitaba más, mi parte varonil que la femenina, nunca me ayudó en ese sentido, solo aceptaba que me vistiera de mujer en carnavales.
Con él descubrí que la monogamia, era una forma de vida, segura y gratificante, y eso me gustaba.
Nuestro amor duró solo dos años, se rompió cuando me sentí desengañada al sorprenderlo a la vuelta de uno de mis viajes de Montevideo con un hombre en nuestra cama. Pero lo que más me sorprendió fue que mi macho, no ejerciera como tal en esa ocasión y a saber en cuantas más, me sentó tan mal pillarlo así, que la relación se terminó ese mismo día y me centré en mi negocio de Montevideo. No nos volvimos a encontrar jamás.

No hay comentarios: